Es posible el arte como un medio de transformación?
- Cande Juarez
- 28 mar 2022
- 2 Min. de lectura
Veo el arte como un espejo; una manera de ver y trabajar con lo que está detrás del consciente, una manera de interpretar el lenguaje de las emociones y los sentimientos.
Cuando empecé a hacer música y a escribir poemas lo hacía de una manera catártica, pero con el tiempo entendí que ahí radicaba algo mucho más profundo que el hecho de expresarse. No solo se trata de crear el lenguaje, sino de escuchar y ver lo que dice esa obra, como si fuera un espejo del artista, o de aquel a quien está dedicada la obra. El arte nos da un mensaje, un regalo. En este sentido, lo encuentro muy parecido a la lectura de tarot. Uno saca y dispone cartas con dibujos ancestrales cuyo origen no se sabe (un poco lo que pasa con el origen del lenguaje musical) y realiza un análisis de lo que ve, y en ese “lo que ve”, cuando uno conecta el lenguaje técnico aprehendido con la intuición, aparecen mensajes de cosas que están como dice la frase del principito: “esencialmente invisible a los ojos”, ya que se perciben con un lenguaje que atraviesa las barreras del consciente, del ego.
Aquí me detengo para hacer un paréntesis respecto del ego. Me refiero a éste como una capa de la psiquis que usamos en un plano de la vida, de nuestra cotidianeidad, absolutamente necesaria para poder vivir; es decir, que no se trata de una competencia o una relación de poder entre el aspecto lógico y el aspecto emocional y sentimental del ser humano, sino que en la música tanto como en la vida, su naturaleza es trabajar en unidad. Ni la mente racional debe limitar al inconsciente, ni el inconsciente desbordar al consciente, sino que en un trabajo de labranza conjunta, ambos buscan la unión de los aspectos espirituales, creativos/sexuales, corporales y materiales para alcanzar la unidad.
Como en el arcano XIII, la música es una labranza. Allí ese ser que lleva la guadaña va labrando el espacio donde se cultiva la consciencia tomando como materia prima el lenguaje inconsciente y transformando y tomando como abono las personalidades del ego que son las caras del emperador y la emperatríz. En el medio de éstos el hueso de la unidad en forma de flauta, con un extremo femenino receptivo y un extremo masculino/creativo, símbolo de la unidad que es el mundo. El arcano XXI. La unión de los aspectos físicos y espirituales del ser humano, donde los polos sexual/creativo, corporal/material, sentimental y espiritual están unidos en un ser. Una creación (en este caso la obra artística) producto de la labranza y la expansión de los límites, representado por la torre. El arcano XVI, cuya traducción real del francés es “La casa Dios”. Allí la torre representa los límites y la corona del ego se desprende de ella, dejando salir lo que podría ser un rayo o un animal plagado de bastos, símbolo de la creatividad, de los cuales uno se une a lo que pareciera ser una moneda de oro. Veo en este dibujo la obra dejando salir lo que está oculto en la torre, vedado a los ojos. Es la música dejando al descubierto las verdades del alma. El mensaje de Dios, expandiendo los límites para hacernos uno con el mundo.
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